¿Cuál es la pronunciación del latín que deben emplear los abogados en nuestro medio?

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La pregunta que suelen hacer varios abogados es ¿cuál es la pronunciación del latín en nuestro tiempo para el derecho? Es sabido que si uno estudia o aprende latín con algún teólogo católico, nos enseñará la pronunciación eclesiástica o romana, que es muy parecida al italiano en el sonido de algunas letras (la letra «C» como «CH» o la terminación «AE» como «E») por lo mismo que procedía de Roma. Sinbniz o Pufendorf, escribieron sus obras jurídicas.

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Cuando uno empieza a aprender latín, generalmente lo hace a través del estudio del latín clásico, el mismo que pertenece a los siglos I a.C. al III d.C., incluso, por más que varios filólogos y gramáticos han tratado de determinar que la pronunciación «exacta» o la más parecida a la que hablaban los romanos, sería la pronunciación de una clase social elevada, culta y preparada durante la época de Cayo Octavio Turino (Gaius Octavius Turinus), más conocido como el emperador Augusto, pero esta determinación, no es más que una convención como otras.

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No obstante, a mediados del siglo XIX, se llegó a establecer las reglas de la pronunciación clásica, para tratar de definir con más precisión, cómo se deberían pronunciar las palabras en latín. Incluso, empezaron a determinar qué vocales eran cortas y qué vocales eran largas, entre otros aspectos de la gramática.

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Fue aquí que palabras como Caelebs se llegaría a pronunciar «Káylebs» o el apellido de Marco Tulio Cicerón pasaría a ser pronunciado «Kíkero». Para determinar estos y otros elementos de la gramática latina, se tomó en cuenta lo siguiente:

  • El análisis y revisión de textos antiguos, basándose en los comentarios y correcciones que elaboraron los gramáticos romanos.
  • Se revisó de manera diligente las faltas de ortografía que los romanos también cometieron.
  • La revisión de textos para detectar las falsas transcripciones realizadas de manera rápida, dejadas en las inscripciones públicas, como lápidas, columnas, muros, etc.
  • A su vez, se lograron detectar muchos errores en las transcripciones de los documentos y manuscritos clásicos.
  • Las mofas o burlas que escribieron de manera vulgar, los antiguos escritores eruditos, como también las inscripciones dejadas.

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Hubo otros elementos que también se aplicaron para determinar la pronunciación clásica, logrando establecer así la PRONUNTIATIO RESTITUTA o pronunciación re-establecida. Fue precisamente también, que el latín jurídico, empezaría a tomar la pronunciación clásica para el empleo del lenguaje forense en los aforismos o al momento de leer las Institutas de Gayo o el Digesto.

Lamentablemente, en nuestro país cuando nos enseñaron el curso de derecho romano, muchas veces los catedráticos de esta materia, son designados sin saber latín, lo cual, sería perjudicial, pues al explicarnos las sentencias de Paulo o Ulpiano, como las tan mencionadas institutas de Gayo o la ley de las XII tablas, sin saber latín, es como si tuviéramos en frente a un profesor de inglés que pronunciara Right como «Rigd» o Law como «láu». Lo recomendable sería contratar docentes que no solo conozcan las instituciones e historia del derecho en Roma, sino también que sepan latín, para que los alumnos al escuchar a sus profesores pronunciar correctamente, ellos también no se equivoquen más adelante al hacerlo. En cierta oportunidad que conversé con el Dr. José Antonio Silva Vallejo, me comentó que cuando escuchaba al maestro León Barandiarán pronunciar términos latinos, lo hacía con la pronunciación clásica. Sin embargo, aún hay algunos abogados que siguen pronunciando el latín con la pronunciación eclesiástica –al parecer lo hacen por desconocimiento del consenso de la pronuntiatio restituta–  u otros que pronuncian el latín como si fuera castellano, lo cual también es pésimo. O tempora, o mores.

Por último, lo más recomendable es que los estudiantes de derecho y abogados, en algún momento, lleven cursos de latín clásico y luego de latín jurídico para formar abogados no solamente que se dediquen a litigar, sino también que posean una sólida cultura y formación humanista. Recordemos las palabras de Norberto Bobbio, que uno de sus alumnos rescató de una de sus conferencias fueron «No puede ser considerado un verdadero jurista o profesional del derecho, aquel abogado que no sabe latín».

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