Ocho consejos de Lee Bailey para preparar al testigo

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Las personas comunes no están preparadas para rendir su testimonio ante un tribunal. Subir al estrado de los testigos es una actividad extraña para ellos. El clima, los ambientes y las personas que habitan los juzgados constituyen un escenario que a menudo le provocan incomodidad cuando no miedo o enojo. Y si a esto le sumamos que los métodos para obtener información en los juicios son hostiles e intimidantes tenemos un panorama  preocupante. Por esa razón, antes de llamar a un testigo lo tenemos que preparar. En ese sentido, LP ha esquematizado los consejos del prestigioso abogado Lee Bailey.

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1. Evaluar los puntos fuertes y débiles de su testigo

En primer lugar, retírese un poco de él y mírelo larga y analíti­camente. Luego hágase las siguientes preguntas:

  • ¿Qué tipo de persona es él?
  • ¿Tiene una personalidad agradable o algún complejo que probablemente salga a flote durante su testimonio?
  • ¿Está nervioso y trastornado ante la perspectiva de ser interrogado delante de “todas aquellas personas”?
  • ¿Entiende lo que significa estar bajo juramento?
  • ¿Es sincero cuando asegura decir la verdad lo mejor que pueda?
  • ¿Se muestra ansioso de hacerlo?
  • ¿Sabrá mantenerse ecuánime bajo prueba?
  • ¿Durante cuánto tiempo?
  • ¿Reaccionará a la defensiva, si siente que se le menosprecia o se le envilece durante el interrogatorio?
  • ¿Cuán probable o lógica es la serie de observaciones que se le pedirá describir, y luego defender?

Su capacidad para juzgar a las personas necesita estar bien asentada si va a evaluar los puntos fuertes y débiles de un testigo de una manera eficiente antes de que él realmente pase al estrado y, por lo tanto, es esencial que usted la desarrolle. He visto muchos testigos que han tenido un mal desempeño, no porque no fuesen personas aptas, ni porque no estuviesen tratando, sino simplemente porque el abogado que los llamó a declarar no los preparó suficiente y adecuadamente. Parecían estar desconcertados y cometieron errores básicos que fácilmente pudieron evitarse si se les hubiera advertido de antemano. La justicia siempre sale lastimada y en algunos casos falla por completo, cuando no se le cree a un testigo que dice la verdad, tan sólo, a causa de su manera de relatar los hechos. La culpa en este tipo de fracaso, por lo general debe atribuirse al abogado que lo llamara a declarar.

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Algunas personas se convierten en buenos testigos de una manera espontánea, con muy escasa labor de preparación; y algunas otras serán pésimos testigos independientemente de sus prepa­raciones. Pero la mayoría necesita cierta ayuda preliminar experta con la que se benefician. Esto es algo que consume tiempo, pero es vital, ya que según hemos visto, no hay repetición en este teatro. Si un testigo veraz se desempeña torpemente, aunque declare la ver­dad, remotamente se le dará otra oportunidad de declarar. (Excepto cuando hay otro juicio del mismo caso.)

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2. Ten en cuenta que se desconfía mucho de los testigos que han sido aleccionados por los abogados

El público por lo general desconfía mucho de los testigos que han sido aleccionados por los abogados, ya que es bien conocido que éstos intervienen para instruir al testigo sobre lo que tiene que declarar. Los abogados que tienen ética jamás lo harían; lo que tiene que confesar el testigo es: cosas, siendo éstas totalmente determinadas por la experiencia real del testigo y por los detalles que verdaderamente recuerda. Sin embargo, la manera en que él atestigua es necesaria y legítimamente el objetivo de la orientación preliminar.

Es aún más importante que el testigo comprenda que tal orienta­ción es legítima. Si sobre este punto no se le advierte, ni se lo explica de antemano, entonces, muchísimos testigos lo negarán, cuando se les pregunta si han hablado de su testimonio con su abogado. Piensan que la pregunta insinúa que su testimonio es el resultado de algún tipo de colusión.

Tal negación pone al testigo en grandes apuros: los abogados y los jueces lo presionarán implacablemente, aunque sepan que nunca se llama al estrado a un testigo “en frío” y que virtualmente existe una plática preliminar entre él y el abogado que lo interroga. Circunstancias como ésta dejan al abogado litigante en una posición sumamente incómoda, ya que la ética profesional le obliga a corregir lo dicho por su propio testigo, cuando percibe que de ello se está aduciendo un testimonio de poca veracidad. Si no se hacen estas correcciones oportunamente, esto puede tener con­secuencias de largo alcance y regularmente desastrosas, incluyendo una moción disciplinaria.

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En una ocasión defendí a dos hermanos acusados de asesinato en Nueva York. El único problema era la identificación y solamente uno de los testigos los identificó como presentes en la escena. Uno de los hermanos estaba entonces fuera del Estado y tenía una excelente coartada; el otro había estado en casa con su familia. Yo estaba convencido (en parte gracias a las pruebas de detección de mentiras) de que ninguno de los dos había participado en absoluto.

Según me enteré el testimonio de la mujer que iba a identificar a mi cliente como la persona que cometió el crimen, había estado cuidadosamente “preparada” por algunos miembros de la fiscalía. Esto me sugirió dirigirle la siguiente pregunta: “Señora, ¿no es ver­dad que el domingo anterior, usted vino a este tribunal con el fiscal y varios oficiales de policía, y practicó su testimonio en el estrado de los testigos, así como un interrogatorio simulado?” Ella negó lo acontecido. El fiscal, que había orquestado todo el asunto y que de hecho, había presenciado aquella sesión no dijo nada, aunque yo lo miré fijamente un largo rato, después de la negación de la dama.

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Durante el proceso de la defensa, llamé a algunos oficiales de policía que también habían estado presentes y admitieron la exis­tencia de todo el escenario. Durante el alegato final censuré al fiscal en los términos más duros por haber guardado silencio, cuando sabía que su testigo estaba cometiendo perjurio. Si él jamás tuvo la oportunidad de persuadir al jurado sobre la integridad de su caso la perdió allí mismo y en ese instante. ¡Ojalá que nunca, nunca se halle usted en una situación similar!

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Por lo tanto, lo primero que debe usted hacer es convencer a su testigo que es perfectamente ética y apropiada la práctica de dichas pláticas y que él nunca debe vacilar en admitir que ha hablado con usted sobre lo que propone decir en su testimonio. Luego, trate de averiguar cuál es la actitud de él hacia el caso en cuestión. Si él tiene algún prejuicio en contra de su cliente, que se lo diga y usted hable de ello con él, porque si ese sesgo se manifiesta en el testimonio, es muy probable que lo detecte el jurado y le dé poca importancia a su evidencia. Si, por otra parte, el testigo considera que el litigio no está justificado, entonces valdrá la pena dedicarle algún tiempo para explicar porqué usted, como abogado, decidió que el sí era merecido y necesario.

3. El testigo debe saber qué puntos se debatirán en juicio

Es importante que el testigo entienda cuáles puntos van a litigarse, cómo se relacionan con su testimonio y qué es lo que éste debiera demostrar. Al mismo tiempo, explíquele qué es lo que sostiene la oposición y cuál evidencia, si es que hay alguna, han utilizado o pueden utilizar para refutar su evidencia. El hecho de comprender el significado de su participación ayudará mucho al testigo a mantenerse firme y conservar la calma cuando esté some­tido a un interrogatorio. Si no está prevenido contra las preguntas que puede hacerle el abogado de la parte opuesta, podría asentir fácilmente en un punto que a él le parezca que no tiene importancia, pero que sí la tiene, o sostendría con demasiada tenacidad algún otro punto que no está muy claro.

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Hágale saber al testigo que en el examen directo no habrán preguntas «dirigidas»

Es muy importante que el testigo sepa que durante el examen directo, usted no podrá hacerle ninguna pregunta dirigida, o sea, una que esté formulada de tal manera que sugiere la respuesta deseada. A usted no se le permitirá decir, “ahora, señor, ¿no vio entonces la luz verde del semáforo?”. Sino que tiene que preguntan “¿Qué vio a continuación?”, y él tiene que dar su propia versión.

En realidad la prohibición de usar las preguntas dirigidas durante el examen directo del declarante, es una de las principales razones por las cuales usted tiene que repasar con él su testimonio de ante­mano, ya que de lo contrario, él podría no entender lo que buscan algunas de las preguntas que usted fomule.

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4. Debe practicar con el testigo las respuestas a ciertas preguntas que usted usará en el examen directo

Por lo anterior, es una buena idea practicar con el testigo las respuestas a ciertas preguntas que usted usará en dicho examen y plantéarselas en la misma forma como lo hará después en el tribunal. Un examen directo no es como una conversación ordinaria, ni es como el tipo de sondeos que hacen los detectives y los espías. Es un intercambio de preguntas y respuestas estrictamente restringido y formal diseñado para conocer lo que sabe un testigo acerca de la materia en disputa, sin ninguna ayuda del abogado que le está examinando.

El testigo debe saber que la otra parte no busca descubrir lo que él sabe, sino poner a prueba las descripciones que ha hecho

Es igualmente importante advertir al testigo que las preguntas que se le harán durante el interrogatorio serán dirigidas, porque lo que se busca ya no es descubrir lo que él sabe, sino poner a prueba la exactitud con la cual ha descrito los hechos en cuestión. Déle algunos ejemplos de preguntas dirigidas (como los que se dan en el siguiente capítulo), y explíquele que debe escuchar con mucha atención antes de contestar. Por su propia naturaleza, las preguntas dirigidas están formuladas para encauzar las respuestas del testigo hacia la dirección deseada por la parte contraria, y no necesaria­mente hacia la de la verdad, como podría pensar el testigo.

Aunque cueste trabajo, es necesario invertir cierto tiempo para explicarle al testigo cuál es el objetivo del interrogatorio, de qué se trata en él, cuáles son las reglas del mismo y cómo puede usted proteger al testigo, interponiendo objeciones cuando el abogado opositor excede los límites permisibles de un interrogatorio correcto. Además dígale que aun cuando usted no pone objeciones, él debe contestar.

5. Dígale al testigo que no puede poner objeciones

En cuanto a él, no se le permite poner objeciones o reparos, y causaría una mala impresión en todos los interesados si lo hiciera. Estimúlelo para que responda, porque si trata de evitar o soslayar una respuesta, la pregunta se le volverá a hacer, y, entonces, el juez le pedirá contestarla debidamente, lo cual constituirá para él una experiencia desconcertante y menoscabará su credibilidad ante el jurado, y esto debe evitarse a toda costa.

Advierta al testigo que no se oponga al interrogador, lo cual es un error muy común en el caso de un testigo inexperto, y una táctica que no le ayuda nada. La actitud belicosa de una persona produce una impresión desagradable, y le permite al interrogador perseguir al testigo aún más agresivamente, sin correr el riesgo de enajenar al jurado.

6. El testigo jamás debe mirar hacia usted cuando se le haga una pregunta

Hágale entender que usted es el abogado que está de su parte en la causa, y que hará toda la lucha que sea posible en favor de él. Sin embargo, adviértale que jamás debe mirar hacia usted cuando se le haga una pregunta en el curso del interrogatorio, desde luego, a menos que, usted se haya levantado para protestar. Cualquier mirada hacia usted será advertida y se interpretará como petición de una señal, y puede hacer que el interrogador le aseste un golpe bajo en forma de una pregunta como ésta:

— Señor testigo, veo que usted mira continuamente al abogado después de que le hago las preguntas; ¿sería tan amable de decirme por qué le parece necesario hacerlo?

Desde luego, no hay una buena respuesta a esta pregunta. En el peor de los casos, el juez instructor puede amonestar al testigo para que se abstenga de esa práctica, y esto no será nada agradable.

7. El testigo podrá cambiar cualquier declaración anterior, haciendo honor a la verdad, pero tendrá que dar muy buenas razones

Se necesita examinar muy cuidadosamente los datos que ofrece presentar el testigo en el examen directo, ya que éstos son el blanco más probable durante el interrogatorio. Explíquele que podrá cambiar cualquier declaración anterior, haciendo honor a la verdad, pero entonces, tendrá que dar muy buenas razones para haberse equi­vocado en primer lugar. Confróntelo con alguna evidencia, que podría presentarse para contradecir su historia, ya sea la declaración de un testigo de la otra parte, o bien un documento, una fotografía o la opinión de un experto.

8. El testigo debe tener una actitud correcta y de respeto hacia el tribunal

Aclárele que debe mantener una actitud correcta y de respeto hacia el tribunal, el jurado y los abogados, pero sin exageración u obsequiosidad. Eso sólo puede desagradar a un juez y resultar con­traproducente. Una vez defendí ante un gran jurado a un gángster de estilo muy sui generis acusado de perjurio por el testimonio que había dado, implicando a un juez de apelaciones en un incidente de soborno. Cuando el juez fue llamado al estrado, como testigo estrella del Estado, se le pidió su nombre y su dirección. (Cambiaré un poco los hechos, porque estoy seguro de que a él no le gustaría recordar la experiencia.) Miró al jurado y contestó con una forzada sonrisa radiante ante el jurado: “Vivo en Sycamore 325 Street, en Brookfield, con mi adorada esposa, Nora, y mis tres bellos hijos”.

Con una sola mirada al jurado, supe que éste había sido con­trariado por su hipocresía. Continuó así durante el examen directo, produciendo una impresión pésima en los jurados que rechazaron su testimonio, lo cual representa un golpe tremendo para la reputación de un juez en sesiones, o para cualquier juez en cualquier circunstancia. Después de que absolvieron a mi cliente, los miem­bros del jurado acudieron a la oficialía de partes para tratar de presentar una demanda de carácter penal por perjurio en contra del juez. Si él hubiese actuado con mayor naturalidad y menos preten­ciosamente, los miembros del jurado le hubiesen creído, como según parece, esperaban hacerlo.

Si a pesar de sus mejores esfuerzos, usted concluye que su testigo es un tipo que se pasa de listo, o un neurótico inveterado e incurable que se sentirá agredido cada vez que se le dirija cualquier pregunta, bórrelo de su lista de testigos si puede prescindir de él. Un mal desempeño de cualesquier de los testigos puede ser muy dañino para su causa, y es seguro que la oposición lo capitalice en el alegato. Si es absolutamente esencial para su causa, y nadie más puede proporcionar una evidencia similar, entonces usted no tiene opción más que asumir el control. Háblele muy cándidamente de sus deficiencias. Si usted tiene el equipo (y debe tenerlo), fílmelo mien­tras lo somete a un interrogatorio de práctica y muéstrele los detalles que hacen su conducta objetable. Explíquele que si sigue compor­tándose así y no trata de corregirse, entonces es poco lo que usted puede hacer para ayudarle. Probablemente lo amonestará el abo­gado opositor y tal vez también lo haga el juez. Su reputación será vilipendiada públicamente durante el alegato y todavía, terminado el juicio, se arriesga a que los miembros del jurado, al comentar el caso digan, por ejemplo: “¡ese tipo, nunca hubiese convencido ni a sus propios padres!”. Como último recurso, puede ser necesario amedrentarlo para que atenúe los rasgos más objetables de su personalidad. El manejo de un caso, cuando hay que conformarse con testigos renuentes, será una de las pruebas más difíciles de su carrera.

Si el testigo es un experto en alguna ciencia o técnica, la entre­vista de orientación implica un trabajo adicional, especialmente si él no ha testificado nunca antes. Para dar un testimonio pericial, el experto debe concurrir a dos actos procesales, durante el examen directo. En primer lugar y antes de que el juez le permita ofrecer su opinión sobre el caso, él debe comprobar que está calificado para fungir como perito y rebatir las objeciones que hace el abogado opo­sitor en lo referente a su competencia. Por tanto, antes de determinar la entrevista preliminar con el perito, usted deberá examinar su curriculum vitae y otros documentos para asegurarse que contiene los datos correctos acerca de sus antecedentes y de sus realizaciones. Luego tiene que repasar con el experto su dictamen y la forma en que debiera presentarlo, así como examinar las bases y la lógica del mismo porque si es de importancia decisiva para el caso, entonces el experto seguramente tendrá que defender cada punto durante un largo contrainterrogatorio.

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