Cómo causar una primera impresión buena al entrar en sala

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Uno de los lemas que enarbolamos en esta página es que el abogado nunca debe pretender ser más que el juez, pero tampoco debe dejar que le trate como menos. Pues bien, el momento de entrar a la sala es crucial para aplicar esta frase. La primera impresión que causamos en el órgano juzgadores fundamental y, hasta cierto punto, determinante. Veamos lo que el reconocido abogado Julio García Ramírez apunta sobre esta cuestión en su clásico Las cuatro habilidades del abogado eficaz.


Hay algunos compañeros que se sienten inferiores al órgano juzgador al entrar en sala, sin darse cuenta de que estamos al mismo nivel en estrados y, de la misma forma que hoy en día podemos ver nuestra exposición en los vídeos, sería importante observar cómo entramos en sala: hay que hacerlo con segundad, con la cabeza alta, andando con firmeza, saludando a los miembros del juzgado o tri­bunal con una leve sonrisa (incluido al secretario, que tiene más importancia de lo que creemos), diciéndoles mentalmente mientras se los mira: «Aquí estoy yo para ayudarles a dictar sentencia conforme a mis intereses y voy a hacer todo lo posible para convencerlos».

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En definitiva, nuestra primera impresión debe rebosar segunridad y no solo de cara al órgano juzgador, sino también a nuestro cliente que, por supuesto, se da cuenta de todos los detalles, ya que existen estudios en comunicación que señalan que las primeras percepciones, si son positivas implican, aunque solo sea al inicio, una mayor credibilidad en nuestro mensaje. De hecho les invito a que hagan una prueba cualquier día que tengan que ir a sala: vayan media hora antes, entren como lo solemos hacer a los juicios anteriores y observen a los compañeros que van a defender sus posiciones, pero obsérvenlos desde el primer momento en que pasan a la sala, fíjense cómo miran al juez, cómo se sientan, colocan sus papeles, se posicionan en su sitio y, antes de que dirijan una sola palabra, decidan cuál les ha causado una mejor impresión. No falla: alguno de los dos compañeros lo habrá conseguido sin decir una sola palabra. De hecho, la respuesta nunca podrá ser que ambos les han causado la misma impresión, puesto que no existe una percepción de la comunicación no verbal neutra: o es un poco favorable o un poco desfavorable. Y si quien observa es una mujer, percibirá mucho mejor los mensajes que emite el cuerpo, además de multitud de detalles. Tienen esa habilidad, ya que su sexto sentido no es otro que una captación de los mensajes no verbales mucho más acusada que en los hombres, y todos sabéis la cantidad de juezas que hay hoy en día. Por tanto, de la misma forma que observáis a los compañeros, el órgano juzgador os observa… de arriba abajo, no tengáis la menor duda.

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Pero ¿es tan importante causar una buena impresión al entrar en sala? Sí. En primer lugar, les diré que cuando alguien nos la causa tendemos a «perdonarle» determinados detalles durante un espacio de tiempo, ya que no nos gusta admitir interiormente que nos hemos equivocado en nuestra apreciación inicial. Por decirlo de algún modo, tenemos más crédito que si causamos una mala impresión. En este caso la persona deberá empezar la carrera por agradar diez metros antes de la salida, mientras que si es al contrario cuenta con diez metros de ventaja.

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Pero en nuestra profesión, ante la aparente apatía de determinados jueces a la hora de escuchar nuestras alegaciones, aunque el hecho de causar una buena impresión antes de empezar a exponer nuestras alegaciones en sala pueda llegar a facilitar una mejor disposición de escuchar nuestro alegato, debemos tener en cuenta que si empezamos a los pocos segundos a repetir lo mismo que en nuestros escritos de demanda o contestación sin duda perderemos el poco crédito que hayamos podido conseguir… y será difícil recuperarlo de nuevo.

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