A propósito de los audios de la vergüenza

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Acostumbrados a ver pececitos, ahora aparecen los tiburones, y ello asombra, solo eso. Las reglas del cardumen permanecen inmutables. El poderoso caballero hace match con la corrupción, y ello es harto habitué, internalizado y edulcorado como el impuesto de paz social: cupo tolerado por extorsión en construcción civil hasta parafrasear el SOAT como Seguro Obligatorio Al Tombo; aplica con todo tipo de expresiones (verbales, gestuales, faciales), desde frotar los dedos índice y pulgar, hasta colocar el mismo índice en el cuello a manera de hincársela, pasando por una retahíla lunfarda: habla, somos, ponle número, ¿cómo es?, a la norteña, hacha, a medias, japanajá, alita, romper mano, echar grasa, buscar pierna, achomar, fifty/fifty pa mi drilo y pal tuyo, sin igv y muchos etcéteras.

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Los antiguos le llamaban juanillo, vento, ventolín, molido, cascajo, guitarra, luz; posteriormente los asociaron a la figura de los billetes, por ejemplo, un santarosita, significa doscientos solsazos, pepas, puntos, maracas, pesos; y seguido a ello se dolarizaron, la preferencia por los cocos, en alusión a Jorge Washington, es harto conocido y su adhesión es quizá solo una banalidad: el caché que da a quien lo dice.

Entrando en materia, se tiene que el uso de diminutivo en la petición acaso provocó la ruborización del actor (por eso tan solo permaneció en la ideación), y es que suena mejor 10 verdecitos a su equivalente de seis dígitos en moneda nacional; no admitió réplica así que debemos asumir que el interlocutor le entra al gerardo, caso contrario habría replicado ¿cholas o gringas?, el interlocutor no es ningún candelejón.

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El speech hace referencia al apoyo de la gente. Siempre ayuda el uso de colectivo al momento de la distribución ficta (despersonalizar la coima): el negocio además incorpora una clausula resolutoria automática, esto es, la devolución de la contraprestación, si la prestación no se hace efectiva; y es que hay un código de honor oculto: no se puede cerrar, asi como no se puede largar, echar, o meter con mujer de preso, ni joder a la visita, eso no corre causa.

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El pacto se cierra con la palabra empeñada, ahí valida el cargo y jerarquía, su condición de alfa, de ser el hombre, el bravo, el patrón, el taita, el que pisa fuerte. Y sin embargo, al ser un acto preparatorio, no significa que termine en esa cantidad, puede que suba dependiendo de la complejidad del asunto, el número de gentita que intervenga, la eficacia del objeto, subirá, pues nunca descenderá; le pedirán más, como lo hacen en Azángaro con las falsificaciones cuando el pescadito ya picó; y es que en esta cancha, no pedirás tu libro de reclamaciones. No lo dice pero la oferta no acepta negociación, nos encontramos frente a un contrato de adhesión, total, siempre hay demanda en contra de escasa oferta.

Los tragos son wadas, regalar lapiceros, entradas, dejar pagado comilonas, comprar rifas inexistentes; colaborar con el uniforme, pagar los recibos de suministros, colocar un billetito en los obsequios o el kinkon traidito del norte, son unos clásicos ya obsoletos. Ahora es cash, y no es poca monta, 10 lukitas gringas es 32 cholas, más o menos 8 sueldos fiscales, 24 remuneraciones mínimas, dos años de chamba que te llevas en una movida; para recuperarla dependiendo de tu habilidad, acaso no estamos en el país de los diezmos; y sin embargo el mismo imaginario que te promueve te censura; easy comes, easy goes, esta guita no enriquece; plata con lagrima no dura, plata cochina, plata salada, acá la pagas hermano, aquí mismo, sino tú, es tu gente, lo que tú quieres; la doctora cachetada dice que eres sicópata, mientras tú, que fuiste el primero en los estudios, y es que alucinaste que tenías poder y reventaste.

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