La sabiduría de Thomas Jefferson

Con este título el profesor Sanford Levinson cita las palabras del expresidente de los EEUU, Thomas Jefferson, como pórtico de su estupendo libro «Nuestra Constitución antidemocrática. En qué se equivoca la Constitución y cómo puede corregirla el pueblo», que recomendamos con entusiasmo.

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Algunas personas ven las constituciones con una reverencia sagrada, considerándolas el arca de la alianza, algo demasiado sagrado para ser tocado. Adjudican a sus predecesores una sabiduría más que humana, y suponen que lo que hicieron está más allá de cualquier modificación.

Conocí bien esa era, pertenecí a ella, y trabajé por ella. Se hizo merecedora de los elogios de su país. Era muy similar al presente, pero sin la experiencia del presente; y cuarenta años de experiencia de gobierno valen más que siglo de lectura de libros. Esto lo dirían ellos mismos si se levantaran de entre los muertos.

Ciertamente, no soy partidario de introducir cambios frecuentes e improvisados a las leyes y constituciones. Creo que cuando se trata de imperfecciones moderadas es mejor lidiar con ellas, dado que, una vez que las conocemos, podemos ajustarnos a ellas y encontrar modos prácticos de corregir sus consecuencias negativas.

Pero también sé que las leyes y las instituciones deben ir de la mano del progreso de la mente hu­mana. En la medida en que esta se desarrolla, y se vuelve más ilustrada, y en la medida en que se hacen más inventos, nuevas verdades emergen y las costumbres y opiniones cambian con el cambio de circunstancias, las instituciones también deben avanzar, y ponerse a tono con la marcha del tiempo.

Exigir que una sociedad civilizada se mantenga siempre bajo el régimen de sus bárbaros ancestros sería equivalente a exigir a un hombre vestir el abrigo que le ajustaba bien cuando era niño… Valgámonos, como nuestros Estados hermanos lo han hecho, de nuestra razón y experiencia para corregir los ensayos crudos de nuestras primeras asambleas. Aun cuando fueran sabias y virtuosas y tuvieran buenas intenciones, no con­taban con esa experiencia.

Finalmente, estipulemos que nuestra Constitu­ción deba revisarse al cabo de periodos determinados… Cada generación es tan independiente de la que la precedió como esta lo fue de las que la precedieron. Por ende, cada generación, al igual que las generaciones anteriores, tiene derecho a escoger por sí misma la forma de gobierno que, según considera, vaya a promover de mejor modo su felicidad [1].

Fuente: SANFORD LEVINSON. Nuestra Constitución antidemocrática. En qué se equivoca la Constitución y cómo puede corregirla el pueblo. Marcial Pons, Madrid 2012, p. 42.


[1] Thomas Jefferson, «Letter to Samuel Kercheval», Monticello, 12 de julio de 1816, en Merril D. Petterson (ed.), The Portable Thomas Jefferson, Penguin, 1979, pp. 1397-1402.

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