Del matrimonio civil al matrimonio igualitario: reflexiones desde la historia

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20 de agosto de 1896

El entonces senador Guillermo Billinghurst presenta un proyecto de ley en la Cámara de Senadores para aprobar la legalidad del matrimonio civil de los no católicos. Hasta entonces, solo tenían validez legal los matrimonios religiosos celebrados en el rito católico-romano. No existía el matrimonio civil. Por otra parte, desde una década antes ya se habían formado las primeras comunidades protestantes en el país. Entonces, surgió el problema de que los matrimonios contraídos por sus miembros carecían de validez legal. Fue justamente el caso de uno de ellos el que desencadenó la iniciativa de Billinghurst.

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En mayo de 1895 F. Hazeltine contrajo matrimonio con Amy Wood, hija del misionero metodista norteamericano Thomas Wood. Hasta entonces, los matrimonios de extranjeros se inscribían solo en los consulados de sus respectivos países, pero carecían de validez legal en el Perú. El matrimonio Hazeltine – Wood quiso asentar su unión en el municipio del Callao, pero el gobierno de Nicolás de Piérola –un católico conservador– declaró la ilegalidad de dicha iniciativa. Para resolver el vacío legal, que además instituía una situación de discriminación para los cristianos protestantes, Billinghurst presentó su proyecto de ley[1].

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La jerarquía católica reaccionó de inmediato. Monseñor Manuel Antonio Bandini, arzobispo de Lima, lanzó una apocalíptica Carta Pastoral en la que calificaba al matrimonio civil de «ilicita unión» y «ley inmoral». El clérigo bramaba diciendo que el matrimonio civil «degrada la altísima dignidad a que el cristianismo elevó a la mujer, la vuelve a arrastrar sin piedad ni compasión a los antiguos templos de las falsas divinidades, en los que era lícito ofrendar el pudor con mengua de la virtud». (Citado en Ramos, 2006, p. 303).

Este alegato cucufato argumentaba además que como el país era mayoritariamente católico, era absurdo preocuparse de los derechos de la ínfima minoría protestante:

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El pretexto especioso para encarnar esta monstruosa imposición, ha sido la existencia en el país de los no católicos. ¿Por ventura son éstos tan numerosos en el Perú que formen mayoría? […] ¿O acaso se legisla ahora para satisfacer absurdas pretensiones de unos pocos, con escarnio de las leyes que amparan y protegen a los que supieron alcanzar, regando los campos de batalla, la autonomía del suelo en que viven. (Citado en Ramos, 2006, p. 303)

La Ley fue finalmente promulgada a regañadientes por el Gobierno en 1897. Pero la resistencia católica no cesó. En los años siguientes, la jerarquía e incluso el Papa León XIII siguieron poniendo obstáculos a la Ley. En 1903, el obispo de Ayacucho, Fidel Olivas, llegó a decir que el matrimonio de los no católicos no era más que un «torpe concubinato». Recién en 1920 la resistencia pudo ser vencida y se logró aprobar la obligatoriedad del matrimonio civil para todos los peruanos[2].

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14 de febrero del 2017

Las congresistas Indira Huillca y Marisa Glave, con el respaldo de otros congresistas, presentan un Proyecto de ley para legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Y la historia se repite. Un Gobierno débil y dubitativo en su compromiso con las minorías seguramente no apostará por este avance en los derechos civiles. Menos aún ante una mayoría fujimorista en el Congreso, repleta de conservadores moralistas. Y los anatemas de la jerarquía son los mismos: que es una ley inmoral, que la mayoría no la quiere, que es antinatural, que no es patriótica, etc.

Me corrijo, sí hay una diferencia. Los evangélicos (del ala fundamentalista) han cambiado de posición: en 1896 eran las víctimas del discurso discriminador de la Iglesia católica y de la indiferencia del Estado. Ahora se pusieron del lado de los discriminadores, son más fanáticamente conservadores que el cardenal y luchan por apoderarse del Estado para discriminar y propagar el odio contra la población LGTBI.

¿Lecciones de la historia? Una evidente: que las víctimas del ayer pueden ser los verdugos del hoy. Pero también hay otra, que tarde o temprano la libertad se impone. La lucha por el matrimonio civil empezó en 1896 y terminó 24 años después. No hay que olvidar el lugar de Billinghurst en ese proceso, ni el de los grupos y personajes que contribuyeron en este logro. La batalla por el matrimonio igualitario empezó hoy. Ojalá que la rémora conservadora no la haga retrasar otros 24 años. Creo que no es tan poderosa como hace un siglo, y tarde o temprano será vencida. Además, las fuerzas del cambio son ahora mucho más vigorosas y valerosas. Los historiadores del futuro no olvidarán los nombres de quienes hoy con sus firmas en el proyecto de ley y de quienes desde años han estado luchando por este logro. Ellos y ellas ya pusieron su huella en la historia.

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[1] Cfr. Armas 1998, p. 132; Fonseca 2002, p. 95.

[2] Cfr. Ramos 2006, pp. 287-317; Fonseca 2003, pp. 223-226.


Fuentes bibliográficas:

Armas Asin, Fernando (1998). Liberales, protestantes y masones. Modernidad y tolerancia religiosa. Lima: Fondo Editorial PUCP-CERA Bartolomé de Las Casas.

Fonseca Ariza, Juan (2002). Misioneros y Civilizadores. Protestantismo y Modernización en el Perú. 1915-1930. Lima: Fondo Editorial PUCP.

Fonseca Ariza, Juan (2003). “Los protestantes, el Estado y la legislación modernizadora en el Perú (1889-1930)” pp. 215-232. En: Boletín del Instituto Riva-Agüero, 30.

Ramos Núñez, Carlos (2006). Historia del Derecho Civil Peruano. Siglos XIX y XX. Tomo V, vol. 2. Lima: Fondo Editorial PUCP.

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