Cómo deben los jueces ganarse el respeto de los abogados

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Hace ya bastante tiempo que compartimos en este portal los consejos del exitoso abogado Francis Lee Bailey para que los abogados se ganen el respeto de los jueces. Manifestar respeto por el tribunal, tratar siempre de comprender su punto de vista, darle toda la ayuda que se pueda con cuadros esquemáticos y redacción clara, fueron algunos de ellos.
El éxito del post fue tan grande que inspiró lúcidos comentarios de los visitantes de nuestra página. Sin embargo, quedó un tema en el tintero, como nos lo recuerda Rony Villano, uno de nuestros seguidores de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa: «Cómo deben los jueces ganarse el respeto de los abogados». Pues bien dicho, aquí vamos.

1. Sea puntual

Por favor, sin importar cuál será el sentido de su fallo, sea puntual. A pesar de las dificultades logísticas y contratiempos (que todos tenemos), lo primero que deben hacer los jueces es comenzar la audiencia (o la diligencia que sea) a la hora establecida (¡una hora fijada por ellos mismos!). Les debe quedar claro que nuestro tiempo, así como el de ellos y el de todo el mundo, es valioso.

Al igual que ellos tenemos otros casos que atender y nos resulta bastante irritante, supremamente irritante, que nos hagan esperar durante la audiencia. Pero hay algo peor que eso: que el juez ni siquiera se disculpe con las partes por comenzar tarde. Cuando llegue la hora de recusarlo por cualquier razón se nos vendrá a la mente las veces que nos hizo esperar.

2. Escuche (tan simple como eso)

Por eso se llama «audiencia» ¿no? Escuchar es la tarea más importante del juez, pero escuchar atentamente y estar al tanto de las incidencias de la diligencia. No hay peor juez que el que no nos escucha, y peor aún, que ni siquiera tenga el menor reparo en hacer otras cosas mientras estamos hablando, como por ejemplo cuchichear con el secretario, contestar los wasaps de la familia, o revisar las redes sociales para ver sus likes. Nosotros, a pesar de estar concentrados en lo nuestro nos damos cuenta porque los tenemos enfrente.

No todos los abogados son actores de cine que están allí para entretener al juez. Al margen de que el abogado lo haga bien o mal en el alegato o en el interrogatorio, el juez tiene que estar atento para guardar bien los argumentos del abogado que lo hace bien y para advertir defensa ineficaz si el abogado lo hace mal. Y no se salva aquel juez soberbio que mira con desgana al abogado o con el ceño fruncido, como si fuera un padre presto a castigar a sus hijos.

3. Tome apuntes

Este consejo no falla y vale tanto para los jueces que tienen buena o mala memoria. Ver al juez anotando algunas ideas que vamos sosteniendo en el alegato o las respuestas del interrogatorio es reconfortante para nosotros, porque nos muestra que el juez está metido en el caso y le importa lo que está ocurriendo en sus narices. Ya no importa si en ese momento nos da o no la razón, eso es lo de menos. Lo importante es que el juez no solo preste atención, sino que demuestre con gestos que efectivamente es así. Y tomar apuntes lo es.

4. No bostece, ¡por favor!

Por favor, qué respeto le puede tener un abogado a un juez que bosteza y que ni siquiera lo disimula.

5. No tutee al abogado ni a su cliente

Ciertamente el abogado no es más que el juez (y es un pecado grave pretender tal cosa), pero tampoco es menos. Jueces, abogados, procuradores y abogados defensores somos parte del mismo equipo y estamos al mismo nivel. La única diferencia es que cumplimos diferentes roles, nada más.

Los jueces no deberían actuar como si fueran superiores o como si al frente tuvieran a sus empleados. Deben entender que antes que todo son servidores y no mandarines.

Lo peor es que hay jueces que creen que la sola condición de imputado de nuestro cliente le rebaja a este la dignidad y le llaman como si se tratara de sus hijos, con un tono de voz altanero. No. El respeto en un lugar tan sagrado como la audiencia comienza con el trato amable de «señor» o con la condición profesional del imputado si la tuviere («doctor», «ingeniero», «licenciado», etc.).

Hay jueces que incluso se permiten bromas con el acusado, como aquel episodio que nos recuerda el maestro Mario Pablo Rodríguez Hurtado, en el que un inefable juez, al llamar a una acusada de apellido Baca, haciéndose el gracioso, «esa Baca que pase». Lamentablemente hay jueces que creen todavía que nuestro cliente es un pobre pecador que va al confesionario.

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